CAUSISMO
Camino a cielos e infiernos
Na vida, a coisa mais feia é gente que vive chorando de barriga cheia.
Zeca Pagodinho (Maneiras)
EL MARCO
Según el Diccionario
RAE:
Causa.-
2. f. Motivo o razón para obrar.
3. f. Empresa o doctrina en que se toma interés o partido.
Añadamos:
Causismo.- Pulsión o tendencia instintiva de algunos seres humanos a tomar
partido e intervenir en asuntos colectivos diversos y dispersos,
independientemente de sus conocimientos o habilidades en el asunto concreto y
de sus aparentes intereses particulares.
Causista.- Persona que actúa en pro de la empresa, doctrina, causa o injusticia
que pretenda erradicar, supuestamente sin buscar beneficio material, incluso
asumiendo riesgos y costes, a la búsqueda de un bien superior. Puede ser este de
muy diferentes tipos: el perfeccionamiento de la especie; la tranquilidad de su
conciencia; cumplir los sueños que dan sentido a su vida, o la satisfacción de
sentirse mejor persona.
Por regla general, una persona
así se autocalificaría como altruista, solidaria, empática, concienciada y preocupada
por cualquiera de los muchos problemas que atenazan y amenazan al mundo en general,
o a la causa particular que da sentido a su vida.
Inma Puig es psicóloga clínica y ha escrito:
En numerosas ocasiones no somos conscientes de la importancia de saber qué es lo que no hay que hacer. Amparados por la buena voluntad, creemos que con ella es suficiente para resolver lo que sea necesario, y en el caso de que no haya sido lo más acertado, lo hemos hecho con “buena intención”. Y así, con la mejor de las intenciones, somos nosotros los que, con el propósito de ayudar, empeoramos la situación, incurriendo en la iatrogenia.
Iatrogenia es una palabra derivada de la griega iatrogénesis, formada por dos palabras: iatros, que significa “médico”, y génesis, que significa crear. Iatrogenia quiere decir “provocado por el médico”. Su origen lo encontramos en el ámbito de la medicina, pero en todas y cada una de las profesiones existe la posibilidad de ser iatrogénicos. ¿Cuántos de nosotros no hemos sido en algunas situaciones testigos y, en otras, perjudicados por una solución que en lugar de mejorar la situación la empeoró? ¿A quién no le ha sucedido alguna vez que ha aplicado lo que pensaba que iba a ser la solución y ha terminado siendo un problema?
HISTORIA
Una anécdota, cuya fuente no he conseguido recuperar, sitúa
a un corresponsal británico de la época asistiendo a la multitudinaria y
ruidosa recepción en Madrid, 14 enero de 1875, al reinstaurador de la dinastía
borbónica, Alfonso XII. Ante las exultantes y desorbitadamente ruidosas
manifestaciones de júbilo de aquella muchedumbre, el comedido súbdito de la
reina Victoria preguntó a un paisano si tanta era su alegría. Al reclamo, respondió
el sabio local “Pues no vea usted lo que
gritamos cuando echamos a su madre”.
Voluble personajillo, enjuiciarían algunos a este madrileño
libre. Sin embargo, es, a mi entender, tan refinado ejemplo de causista, que
debería sobrar el resto de esta exposición.
Sería pueril pensar que el Causismo es fruto o elemento exclusivo
de estos tiempos, aunque, como tantas otras manifestaciones propias de las
actuales sociedades avanzadas y de necesidades básicas sobradamente cubiertas
(La “barriga llena” de que habla Zeca), es en el presente donde se ha multiplicado
el fenómeno hasta formar parte del código genético de nuestras sociedades.
No olvidemos que estos son los tiempos de empoderar a las personas, de
horizontalizar la comunicación, del ágora universal a través de las redes
sociales, de la transversal fugacidad líquida 24/7…, pero tampoco mandemos al
desván aquella reflexión de Discépolo, “¡Todo
es igual! ¡Nada es mejor! Lo mismo un burro que un gran profesor”. Tiene 87 años y quizás nos recuerde que no hay nada nuevo bajo el Sol. Cambian las
formas, pero el sustrato es permanente.
Viajemos hacia atrás.
El océano del Causismo parece más inabarcable que el
afrontado por los navegantes renacentistas en su dominio del globo terráqueo.
El relato que construye sociedades, pueblos, imperios,
religiones…, el que forja dioses, guerras y cruzadas…, alimenta un Causismo fecundador
nada alejado del que en estos tiempos acompaña a manifestaciones similares..,
quizás no tan fértil.
Forzando límites, podríamos hablar de “PanCausismo” como ADN de la evolución humana, con sus avances y
retrocesos, sus glorias y miserias.
Evidentemente, mi objeto de interés es más modesto. A través
de una anécdota, posiblemente apócrifa, se acerca a algo que encuentro en la
civilizada Grecia al repasar la particular institución del Ostracismo, peculiar
sistema en el que se daba voz a todo el mundo para librar a la sociedad durante
10 años de quien se considerase incómodo.
Plutarco nos dejó esta historia
sobre el ostracismo de Aristides:
Se cuenta que un analfabeto, tras
entregar su óstrakon a Aristides, le pidió que escribiera el nombre de Aristides.
Este asombrado le preguntó si Aristides le había causado algún daño. “En
absoluto - respondió-, ni conozco a ese hombre, pero me molesta oírle llamar
por todas partes el Justo”. Después de escucharle, no replicó, escribió su
propio nombre y le devolvió el óstrakon.
El “mendrugo sin causa” había encontrado una para sentirse
alguien en sociedad.
Y bien vamos, pues un causista de bajo nivel social poco
daño puede hacer por sí mismo. Diferente es el caso, por ejemplo, de alguien
que en nuestra sociedad entra en la categoría de “expresidente-florero”. Esas
personas que han ejercido mucho poder y “se aburren” cuando ya no están en el
ejercicio. Si se trata, y no es imposible, de un zascandil, podemos
encontrarnos ante alguien cuyas actuaciones (desinteresadas, por supuesto) pueden generar mucho daño, dada la
posición social desde la que actúan y el ámbito en que se mueven.
Salto al presente con pequeñas historias, relativamente
recientes, de cosecha personal:
ü
En una de ellas, los adolescentes de un “colegio
bien” de Pozuelo de Alarcón se suben a un autobús (mayo de 2019) para atravesar
la península, el Mediterráneo, y llevar la sabiduría -y quizás la salvación- a
un pueblo perdido del Rif.
La buena causa se materializa con el
transporte y entrega de paquetes de libros en castellano compuestos con los
excedentes que abarrotan tantas casas. Cuando hago ver que allí el castellano
es lengua tan habitual y conocida como el japonés, se me mira con incredulidad
al sembrar dudas sobre la utilidad de tan ejemplar actividad de nuestra mejor
juventud.
ü
13 de octubre de 2019. Junto a la entrada del
Zoo de Madrid, un grupo no muy numeroso de mujeres se manifiesta detrás de una
pancarta y vocea que hay que liberar a los animales, que aquello es una cárcel
y una tortura, etc., de su conocido repertorio.
Me sorprende observar a la derecha del grupo
dos galgos sujetos con sendas correas. Cuando indico a la señora que aguanta
las riendas que está negando la libertad a tan bellos animales, obtengo un
gruñido más propio de oso cántabro que de ser nacido de hembra humana.
Por supuesto, que nadie pida un análisis crítico, o plantee
responsabilidades por las consecuencias de estos actos.
LAS GRANDES CAUSAS
Digo “Crucifícale”, y ante todos se representa una de las
cumbres del Causismo. Monty Pitton hizo buen uso de esta peculiaridad del
Sapiens Sapiens.
Como para el enamorado, para cada individuo la que asume es la Gran Causa, pero no todas ocupan e
interesan al mismo número de personas.
Así, Alonso Quijano, gran causista con esencia, solo sumó un
individuo a la suya, y más atraído por las ganancias materiales que por el
combate espiritual que guiaba al hidalgo contra el mal y para salvar doncellas.
A cambio, una adolescente nórdica, con casi igual número de
seguidores que de contrarios, ha conseguido movilizar a decenas/cientos de
millones de personas hacia la causa que abandera y sus planeamientos.
Repasemos los principales vectores de movilización causista
dentro del inacabable catálogo que nos entrega una sociedad desarrollada y
autosatisfecha. Y, sin negarles aspectos positivos para el individuo y la
sociedad, veámoslos junto a algunas de las contradicciones que incluyen cuando
se conducen con un extremismo acrítico. Pues muchos de ellos encierran
pulsiones censoras y totalitarias que pueden llegar a la violencia, incluso
extrema.
El derecho a la vida
humana como Antiabortismo, lo
que no impide que seguidores de esta causa asesinen a profesionales de la salud.
La nacion/patria/tribu
sentida con Patriotismo. Combustible
de muchos de los más terribles enfrentamientos entre los hombres y de
genocidios, cuando es adecuadamente exacerbado por élites que reducen este
sentimiento a su cartera.
La religión, que
vivida con Integrismo es generadora
de tal sufrimiento humano como jamás imaginaron sus dioses, ni en sus peores
admoniciones.
Los derechos humanos
cuando, interpretados a la lumbre de un atropellado Buenismo ecuménico, acaban generando conflictos imprevistos y de
efectos insospechados en el seno de las sociedades. Y aquí cabe incluir los derechos
generales, los de menores, las mujeres, las minorías de diferentes tipos,
agrupaciones con diversidades sentimentales, culturales, religiosas…
El Correccionismo
intelectual, por el cual se expulsan autores y obras de las aulas o conferenciantes
de las cátedras. La estupidización que lleva acarreada está empobreciendo la
cultura general y específica en muchas universidades, y encasillando cualquier debate
intelectual en unos mínimos que acabarán haciendo innecesaria la existencia de instituciones
académicas antes imprescindibles y prestigiosas.
Como cualquier otro asunto en nuestras autocomplacientes y
líquidas sociedades postmodernas, hay modas o tendencias que se imponen,
solapan, remplazan, funden….
Puede que
hoy la causa líder sea el Feminismo,
resumen de todas las reivindicaciones (en algunas sociedades) de una mitad
social que se considera históricamente maltratada e infravalorada. Muy pocos,
por no decir nadie, negaría estas razones, pero, en nombre de un proteccionismo
granítico sin matices, fomentado por causistas colocadas en posiciones
decisorias…:
ü
¿Debe darse siempre la razón a la mujer?
ü
¿Deben fomentarse legislaciones discriminatorias
y selectivas?
ü
¿Debe anteponerse la indiscriminada paridad a la
eficiencia?
ü
¿Debemos sentirnos mal cuando veamos matices de
oportunismo en movimientos como #MeToo, o cuando juzguemos ridículas actuaciones
de Femen o similares?
ü
¿Debemos lamentar nuestro irredento Machismo
dominante HeteroPatriarcal que nos hace ignorar que Feminismo no es Mujerismo ni Hembrismo?
Y, si mezclamos esta gran causa con otra muy de moda, el Activismo Sexual en su inabarcable
polimultidiversidad, el abanico de batallas pendientes se expande hasta cubrir
un montón de oportunidades que no solo están a punto de agotar las letras del
abecedario, sino que hacen dudar de la validez y pervivencia de los principios
que sustentaron el modelo de sociedad que heredamos.
Vivimos momentos de generosa abundancia de causas basadas en
el fomento de derechos selectivos y con casos de difícil encaje, aunque vamos
viendo que el lenguaje lo aguanta todo.
Por ejemplo cuando nos cercamos al Animalismo. Soslayando la discusión jurídica sobre los animales
como sujetos de derecho, es difícil que encontremos a nadie que se manifieste
públicamente partidario del maltrato animal o de la violencia gratuita contra
otras especies. Y todo ello puede ocurrir sin que seamos activos especistas o
sapiens supremacistas.
Incluso los que no somos cazadores y sufrimos con la persecución
de otras especies, a veces hasta su extinción, podemos escandalizarnos ante las
acusaciones a una organización de tal envergadura como WWF por armar sin mucho
criterio a milicias locales con la intención de que protejan a los animales y
que derivan en peligrosas bandas armadas que acaban con las culturas y poblaciones
locales. Otro ejemplo de “cementerios llenos de buenas intenciones”.
Un movimiento tan bien intencionado como el que forman los
animalistas puede entregarnos testimonios de causistas que se alegran con la
muerte de toreros. O traernos a peligrosos indocumentados que abren granjas y
sueltan animales, sin valorar la afectación que pueden provocar en el entorno y
ni siquiera saber si van a ser capaces de alimentarse en esa libertad que les
han regalado.
Y, ya en el territorio del esperpento, podemos hasta vernos
obligados a convivir con personas –Almas veganas, se dicen- que proclaman que
los gallos violan a las gallinas.
Cuando hemos llegado a otra gran causa de moda, el Veganismo, me limito a dejar abierta la
puerta a la infinitud del asunto, pues resulta casi imposible no ingerir, por
vía bucal o nasal, especímenes de origen animal en general de tamaño mínimo o
microscópico.
Por no pararnos en que las plantas también pueden sufrir,
como demuestran algunos estudios, o que el reino vegetal no garantiza una
oferta suficientemente variada a una especie omnívora, ni que se ignora
interesada y radicalmente la disponibilidad de suelo fértil o la afectación
medioambiental de cultivos extensivos (porque, claro, tampoco se puede contar
con herbicidas ni pesticidas) de magnitud suficiente para alimentar a más de
7.000 millones de humanos… y a los animales, reciclados también en herbívoros.
En un empaquetado seguramente simplificador, dejo constancia
del Climatismo y su familiar más
longevo, el Ecologismo. Causas
nobles que también suman excesos e incongruencias, como las de sus apóstoles Al
Gore o Bardem, cuyos modos de vida desmienten sus posturas al respecto.
Muy cerca de estas sensibilidades podríamos encontrar a los
causistas antinucleares, oficialmente verdes cuando se demuestra que la energía
producida por fusión nuclear es más limpia y no solo que la de origen fósil,
sino que algunas de las consideradas renovables en todo su ciclo vital.
Las incongruencias desinformadas y superficiales no son exclusivas
de esta variante de Causismo.
Veamos ahora ese tropel que ha hecho de la lucha contra la pobreza y contra el hambre
una de las mayores y mejor engrasadas maquinarias del Causismo contemporáneo.
Por supuesto que, en principio, nadie quiere ver a sus
congéneres sufrir por falta de alimentos o medios de vida suficientes. Pero
esta lucha no se gana con bochornosos telemaratones ni con obscenos
exhibicionismos descontrolados que tienen su versión más impúdica en esos bien
nutridos occidentales, famosos y no famosos, que se desplazan a los países más
pobres para dejar constancia gráfica en esta parte del mundo de su solidaridad
humana con los más necesitados, o para hacerles llegar equipos y sistemas
muchas veces de imposible uso y mantenimiento.
Recomendar el libro “Blanco bueno busca negro pobre”, de Gustau
Nerin, serviría para terminar este capítulo, pero es bueno dar unas pinceladas
que incluirían voluntarios por libre que mueren –literalmente- en el intento de
llevar su bondad a la humanidad más perjudicada. O esos otros cuya soberbia e
ignorancia les hace carne de secuestradores y terroristas, costándonos a todos millones
de dólares en rescates que van a manos de peligrosas bandas de terroristas y
delincuentes que trabajan en nuestro patio trasero.
La industria (repito, Industria) de la solidaridad ha dejado muy atrás el
desinteresado concepto con el que surgieron tantas ONG’s.
En cuanto a su eficacia, hay un caso ejemplar: Haití. Tras
el terremoto de hace 10 años hubo miles de iniciativas y recibieron 10.000
millones de dólares, muchos de ellos desviados a otros fines más privados. El
país sigue igual, o está peor, que entonces.
Se calcula que en conjunto la industria de
ayuda y el desarrollo humanitario hace circular 150 mil millones de dólares al
año. Con organizaciones que se pueden comparar fácilmente con empresas de otro
sector en cuanto tienen que vencer a la competencia. Por ejemplo, cada cual tiene
que pelear por hacer ver que es la más grandes, eficaz o mejor, para que los
donantes le den millones a él y no a otras organizaciones.
Porque de esto “se vive”, aparte de tranquilizar los
espíritus. En España Hay 74 ONGD, 17 coordinadoras autonómicas y 450 entidades.
Emplean a 5.000 cooperantes (Profesionales asalariados), y se apoyan en 20.000
voluntarios y 2,4 millones de colaboradores
En España la ayuda oficial al desarrollo se estima en 2.600 millones€
(2018), mientras que en 2011 era de casi 4.300 millones. Las ONG’s manejan
directamente, como “subcontratistas”, bastantes de esos millones de dinero público.
Si abrimos el ángulo, encontramos que, en España, del Causismo
no solo se puede vivir, sino que es de lo que muchos viven a través de
fundaciones, organizaciones, asociaciones, etc. dedicadas a los más variados Causismos
subvencionados. Según AIReF (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal)
España dedica a subvenciones 14.000 millones €/año (aunque no vayan todos a los
Causismos diversos). Y hay un cierto consenso en que se ignora el destino final de una parte relevante de esa mareante cifra, entre otros motivos por la inexistencia o insuficiencia [¿interesada?] de mecanismos de control del gasto.
Por supuesto, estamos hablando de Causismos algunos
políticamente correctos y tan variados como el igualitarismo, el feminismo, el nacionalismo,
el integrismo religioso, el populismo, el separatismo, el independentismo…, citados
a modo de ejemplo y como muestra de que no siempre ni necesariamente están relacionados
con ese gran concepto englobador que es el Buenismo.
Por añadido, hay un Causismo que, a día de hoy es garante de acelerada
elevación en la escala social, el Activismo,
sector profesional en auge. Adecuadamente gestionado, puede suponer un puesto
en el Consejo de ministros, en el legislativo, o una alcaldía de gran ciudad,
en menos tiempo del que se precisa para obtener una discreta titulación
académica (para nada necesaria cuando alguien se dedica al Activismo).
CAUSISTAS CON CAUSA
Antes de que se pueda deducir de esta aproximación al
fenómeno, que el autor es un anticausista
tratando de caricaturizar las preocupaciones y sentimientos de millones de
honrados ciudadanos, me declaro ferviente convencido de la necesidad de las
causas…, así como de lo pernicioso de su perversión en manos de profesionales
de la estafa social, corruptos y aprovechados de diverso pelaje.
En su estadio más básico valdría recordar las menguantes
comunidades indígenas oprimidas y expoliadas, que hacen de la mera
supervivencia su causa vital.
En aspectos que nos resultan más próximos aun, dejo
constancia de esa herramienta del Causismo que es la campaña de firmas con un
objetivo concreto. Frecuentemente utilizada por organizaciones como Amnistía Internacional
y Greenpeace, cuenta ya con plataformas específicas como Change.org.
Extraigo de su memoria de 2018 algunos datos que creo
relevantes:
Ese año alcanzó 265.786.771 usuarios. Solo en España tiene 14,5
millones de usuarios registrados.
Logró 603.903.062 de firmas en todo el mundo.
Cada mes dio cabida a más de 25.000 nuevas peticiones
En 2018:
- 28.395 sobre justicia económica
- 16.203 sobre derechos de la mujer
- 17.713 medio ambiente y plástico
- 13.922 derechos de los animales
- 6.172 derechos infantiles
- 195 sobre sanidad y discapacidad
Aunque no todas sean relevantes, las cifras sirven como radiografía de
las preocupaciones de muchos de nuestros contemporáneos y para concluir que el Causismo
está para quedarse, en su necesidad y esperemos que no en sus excesos.
Una cita para concluir que apela a la moderación y
al buen juicio:
Mourons pour des idées,
d'accord, mais de mort lente.
(Georges Brassens)
©: Youka Li. 2019/02
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